Wednesday, August 20, 2014

El FMI y los tratados comerciales


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por Juan Carlos Hidalgo
Juan Carlos Hidalgo es Analista de Políticas Públicas para América Latina del Cato Institute.
De la noche a la mañana, el Fondo Monetario Internacional se ha convertido en la fuente de inspiración de quienes se oponen a la firma de acuerdos de libre comercio, como los que Estados Unidos negocia con varios países latinoamericanos. Esto debido a las advertencias lanzadas por el Fondo, en su boletín de noviembre pasado, donde señala que los tratados comerciales podrían dañar a las economías pequeñas. El FMI tiene razón en algunos de sus señalamientos, pero en otros no.
Por una parte, el Fondo enfatiza la incapacidad de los acuerdos comerciales de garantizar una “justa” distribución de la riqueza, sin definir qué es justo y qué no lo es. Afirma que los países exportan más, pero los pobres ven poco o nada de la riqueza generada. No obstante, el FMI parece ignorar que existe un sinnúmero de políticas públicas que influyen más en los niveles de distribución del ingreso de un país que un tratado de libre comercio, como lo son la falta de propiedad privada entre amplios sectores de la población, altos niveles de inflación, regulaciones excesivas que fomentan la informalidad y la corrupción, altas tasas impositivas, entre otras trabas muy características de los países latinoamericanos.
Un país que arrastre estas deficiencias continuará excluyendo a un alto porcentaje de la población de los beneficios de la apertura comercial, sin importar la cantidad de acuerdos que se firme.
Otro de los perjuicios señalados por el FMI es la pérdida de ingresos fiscales producto de la reducción en los aranceles. El Fondo da a entender que el dinero que no entra a las arcas gubernamentales es plata perdida en la economía, cuando la realidad es que dicho dinero queda en los bolsillos de los consumidores, quienes tendrán una mayor capacidad de compra para satisfacer otras necesidades. Además, los acuerdos comerciales dinamizan las economías a través de mayores transacciones comerciales e incentivando la inversión directa. Una economía más dinámica significa mayores ingresos para el fisco.
El FMI tiene razón en otro de sus señalamientos: en lugar de tratados de libre comercio lo que se materializan son acuerdos preferenciales de comercio, que excluyen a otros países del libre intercambio y desincentivan una mayor liberalización del comercio mundial. Una crítica similar la ha hecho el renombrado economista librecambista Jagdish Bhagwati de la Universidad de Columbia y lejos de ser un ataque al libre comercio, es un llamado a complementar los acuerdos bilaterales con un proceso de apertura unilateral.
El “Indice de Libertad Económica” elaborado por el Fraser Institute de Canadá es contundente en que los habitantes de los 10 países más abiertos al comercio internacional ganan en promedio siete veces más que las personas que viven en los 10 países más proteccionistas del mundo. Entre los países más libres comercialmente se encuentran naciones pequeñas que hasta hace poco eran pobres, como Irlanda, Malasia y Singapur.
Dada la volatilidad de las voluntades políticas en los países latinoamericanos, los acuerdos comerciales garantizan que la apertura obtenida no será revertida por un gobierno posterior, como sucedió en Panamá donde el proceso de apertura unilateral iniciado en la administración Pérez Balladares fue luego revertido por la presidenta Mireya Moscoso.
La evidencia es clara en cuanto a los grandes beneficios que brinda la apertura comercial a los países en desarrollo. La firma de acuerdos comerciales ofrece garantías con las que no cuenta la apertura unilateral. Sin embargo, esos mecanismos de liberalización comercial no son excluyentes sino que más bien se complementan para garantizar el mayor bienestar posible a la ciudadanía.
Artículo de la Agencia Interamericana de Prensa Económica (AIPE) 
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